Trece bergantines y dieciséis mil canoas en el asedio a la isla de Tenochtitlan
En la guerra emprendida contra México Tenochtitlan por parte del ejército conformado por españoles e indígenas, participaron personajes relevantes y cientos de protagonistas que permanecen anónimos. Actores, espacios, augurios, animales y tecnología bélica configuraron un escenario complejo y rico en matices ¿Cuántas voces podemos encontrar en códices y crónicas? En la batalla para someter a la isla de Tenochtitlan y a los aguerridos mexicas, los bergantines y las canoas participaron con un papel relevante del cual poca tinta se ha usado para darles voz. Por agua y tierra, con lanzas y arcabuces, flechas, macanas y bocas de fuego, la tecnología naval prehispánica y europea se combinó. El lago de Texcoco fue el escenario donde trece bergantines y dieciséis mil canoas avanzaron como una flota temible y poderosa para vencer a los mexicas o morir.
El convoy se componía por dos tipos de naves. El bergantín, de tradición europea, era un navío pequeño y ligero que combinaba la fuerza propulsora de los remos con el velamen. La canoa, de origen prehispánico, era una embarcación de poco calado y estrecha que empleaba los remos para impulsarse. Para comprender la potente combinación de ambas tecnologías navales, es necesario advertir que el diseño de una embarcación responde a tres aspectos básicos: la materia prima disponible, el entorno acuático donde navegará, así como el objetivo para el cual se destinará su uso. Desde esta perspectiva, las cualidades de un navío no se analizan desde la dicotomía tecnología más compleja o más sencilla sino su efectividad en el campo para el cual fue diseñada.
En este sentido, podemos resumir que Cortés mandó construir bergantines para el asedio porque eran embarcaciones que, por su escaso calado, eran adecuadas para navegar en el lago de Texcoco. De poco porte, podían montar una o dos piezas de artillería, necesaria para derribar las albarradas y arremeter contra el enemigo cuando las fuerzas contrarias se desbordaran. Con la combinación de remos y velas era posible aprovechar el viento como sistema propulsor, sin gastar la energía de los soldados en remar, pero aprovechar los remos en caso de escasez de viento y necesidad imperiosa de huir. Por su parte, las canoas guerreras, destacaban por la agilidad de maniobra que permitía el impulso a remo, sumado al tamaño menor y poco calado, con lo cual era posible esconderse entre carrizales, cercar en grupo al enemigo, navegar por los canales de Tenochtitlan e incluso cargarlas por tierra para colocarlas de nuevo en otro canal, en caso de toparse con algún muro o reducto que impidiera el paso. El crecido número de canoas representaba ya un enemigo acuático difícil de someter. Como escribió Fernando de Alva Ixtlixóchitl, el despliegue de una flota de 13 bergantines acompañada de dieciséis mil canoas guerreras avanzando sobre el lago de Texcoco era un cuadro nunca visto.
La fábrica de los bergantines, así como el acopio de las canoas que se preparaban para el cerco del islote mexica, representó un esfuerzo humano descomunal. El trabajo del labrado de los navíos implicó la obtención de materia prima y su traslado, la organización de miles de tlaxcaltecas que aportaron la mano de obra, probarlos, así como el desplazamiento de las piezas de los barcos, y la artillería más su resguardo en la ruta hasta el lago de Texcoco. De acuerdo con las Relaciones Geográficas del siglo XVI de Tlaxcala, se labraron los bergantines empleando madera de pino y roble y se preparó brea para la impermeabilización del casco y mástiles. Aunque las crónicas no lo señalan, es evidente que los españoles aprovecharon al máximo los conocimientos locales, tanto en tema de construcción, como en navegación lacustre. Un modelo de embarcación, por más sencillo que aparente su diseño, requiere de conocimientos y habilidades previas adquiridas a través de generaciones. Por ello, me atrevo a sugerir que la historia del asedio del islote de Tenochtitlan es la imagen de un diálogo de dos mundos expertos en náutica. Este diálogo se vio reflejado tanto en la construcción de los bergantines como en las batallas navales que se efectuaron entre europeos y mesoamericanos en las aguas texcocanas y mexicas.
La investigación realizada por el historiador novohispano y descendiente de nobleza indígena texcocana, Fernando Alva Ixtlilxóchitl, destaca la figura de Ixtlilxúchitl, hijo del rey de Texcoco, Nezahualpinzintli, en la compleja organización previa a la batalla. Como lo han señalado los artículos de Antonio Jaramillo y Mariana Favila, la participación de los enemigos de Tenochtitlan en el ejército de Cortés fue un factor decisivo para el éxito de la empresa de sometimiento de los temidos mexicas. Ixtlilxúchitl se encargó de la coordinación de más de 40 mil hombres para la elaboración de la zanja para botar los bergantines a la orilla del lago de Texcoco. Durante cincuenta días de trabajo, escuadras conformadas por ocho a diez mil hombres por día, trabajaron hasta lograr una zanja de más de 2 kilómetros de largo por 3.60 metros de ancho y con una profundidad de más de 3 metros. Tanto la cifra de trabajadores como las medidas de la zanja realizada en un tiempo tan corto, permite reconocer una organización laboral compleja y visualmente sorprendente.
Mientras se hacía la zanja, Ixtlilxúchitl y Cortés navegaron a Tenochtitlan para dialogar con Cuauhtémoc y buscar su rendición. Durante el trayecto, revisaron la disposición de la laguna para los bergantines y reconocieron los lugares por donde podían entrar a ganar la ciudad. Es decir, en la planificación de la batalla el conocimiento de Ixtlilxúchitl, como de otros aliados indígenas, resultó vital para aprovechar al máximo la enorme flota para el sitio y la batalla anfibia.
Finalmente, después de cinco meses de preparativos en Texcoco, estaban listos para la batalla. El soldado español, Bernal Díaz del Castillo, relata cómo se “hizo alarde”, del ejército en los patios mayores de Texcoco. Es decir, se pasó lista y revisaron las armas. El total establecido por Bernal fueron: 84 soldados de a caballo, 650 soldados de espada y rodela, 194 ballesteros y escopeteros y “muchos de lanzas”. De ese número de soldados se destinaron en cada bergantín de la siguiente manera: 12 ballesteros y escopeteros, 12 remeros (6 por banda), artilleros en cantidad indefinida y un capitán. En total, se eligieron para los 13 bergantines 300 soldados, es decir, cada bergantín llevaba 25 tripulantes. Cortés se designó como general de la flota, mientras que Ixtlilxúchitl se hizo cargo de las dieciséis mil canoas que llevaban a bordo “cincuenta mil texcocanos y ocho mil capitanes muy valerosos para destruir los laguneros y los del peñol”, según relata Alva Ixtlilxóchitl. El número de contendientes distribuidos en las canoas nos da una cifra de 3 a 5 guerreros por embarcación y un capitán por cada dos naves. Es de suponerse, que al igual que los bergantines, la asignación por canoa se repartía de acuerdo a una táctica establecida de ofensa y defensa como puede apreciarse en la lámina 42 del Lienzo de Tlaxcala.
Una flota compuesta de bergantines y miles de canoas sobre el lago de Texcoco dirigiéndose a iniciar el asedio de Tenochtitlan, como escribió Alva Ixtlilxóchitl, “fue una de las mayores grandezas que se ha visto en esta tierra, el ver este ejército tan lucido y poderoso”.
Para saber mas:
- Alva Ixtlilxóchitl, Fernando de. “Relación de la venida de los españoles y principio de la ley evangélica”. En: Fr. Bernardino de Sahagún. Historia general de las cosas de Nueva España. México: Porrúa, Colección Sepan cuantos..,1989, pp. 823-882.
- Díaz del Castillo, Bernal. Historia de la conquista de la Nueva España, introducción y notas de Joaquín Ramírez Cabañas. México: Porrúa, 1986.
- Muñoz Camargo, Diego. Relaciones Geográficas de Tlaxcala. San Luis: El Colegio de San Luis y Gobierno de Tlaxcala, 1999.