Las huellas de la conquista: los primeros caballos y yeguas en la Nueva España

Los españoles descendieron de sus navíos en el Puerto de Cempoala y, al mismo tiempo, los caballos y yeguas que iban a encargarse de trasladar a los jinetes españoles comenzaron a impregnar sus huellas en la playa. Desde entonces, la figura del caballo fue indisociable de la del español. Tan importante fue la asociación entre los españoles y los equinos que los escribas indígenas representaron en los lienzos de conquista (como el Lienzo de Tlaxcala y el Lienzo de Quauhquechollan) los caminos recorridos, alternando imágenes de huellas de pies humanos y de herraduras. El elemento iconográfico prehispánico que dirigía el orden de lectura y, producción de sentido en los códices eran las huellas humanas. En la época colonial, estas huellas no fueron sustituidas sino combinadas con las herraduras.

Los primeros caballos y yeguas pisaron suelo americano en 1493 durante una de las expediciones de Cristóbal Colón al continente. Éstos venían acompañados de otros animales como perros, cerdos, gallinas, cabras y ovejas. Los reportes de la cantidad de caballos y yeguas que llegaron con los españoles son tan diversos como las fuentes que los contienen. Sin embargo, la constante mención de su presencia da cuenta de la importancia de los caballos durante la Conquista.

Bernal Díaz del Castillo, en el capítulo XXIII, de su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, refiere detalladamente a los españoles que venían de Cuba con Cortés (ver “La vida cotidiana en la isla de Cuba” de Martín Ríos Saloma). Asimismo, describe cuidadosamente los once caballos y cinco yeguas que salieron de la Isla de Cuba. Según Bernal, los caballos fueron repartidos en los diferentes navíos donde se les hicieron pesebres y se les alimentó con maíz y hierba seca. Detalla sus pelajes, sus destrezas ecuestres, los nombres de sus propietarios y, en algunos casos, sus propios nombres son parte de la detallada descripción del cronista. Se lee, por ejemplo: “… Francisco de Montejo y Alonzo de Ávila, un caballo alazán tostado: no fue para cosa de guerra… Ortiz El músico, y un Bartolomé García, que solía tener minas de oro, un muy buen caballo oscuro que decían “el arriero”: este fue uno de los buenos caballos que pasamos en la armada”. 

La Historia verdadera menciona, además, lo costosos que eran los caballos, equiparando su valor al de los esclavos negros (ver “Conquistadores africanos” de Rosario Nava Román): “Juan Sedeño, vecino de la Habana, una yegua castaña, y esta yegua parió en el navío. Este Juan Sedeño pasó el más rico soldado que hubo en toda la armada, porque trajo navío suyo, y la yegua y un negro, e cazabe e tocinos; porque en aquella sazón no se podía hallar caballos ni negros si no era a peso de oro, y a esta causa no pasaron más caballos, porque no los  había. Y dejarlos he aquí, y diré lo que allá nos avino, ya que estábamos a punto para nos embarcar”.

Una de las primeras representaciones gráficas que tenemos de estos animales desembarcando en la Nueva España nos la proporciona el cronista Diego Muñoz Camargo, quien ilustra y describe: “Acalli yc quitlatlati capitan, el barco así fue quemado por el capitán. La llegada de Cortés al Puerto de Cempoala de la Nueva España con su armada y gente, y cuando hizo barrenar los navíos y echarlos a fondo”. Al fondo de la lámina 26 de la Descripción de la Ciudad y Provincia de Tlaxcala de Muñoz Camargo aparece un navío en llamas, y en primer plano, el desembarco de los caballos; el preciso momento en que un caballo está desembarcando sujetado, por su centro de equilibrio, mediante poleas, antes de comenzar su camino por el territorio mesoamericano. (Véase imagen de Muñoz).

En Mesoamérica, el único animal que podía ser comparable con las dimensiones y la anatomía de los caballos eran los venados. Es por esto que los equinos eran llamados con las palabras quiej y mazatl, que en los idiomas kaqchikel y náhuatl quieren decir, respectivamente, ‘venado’.

El Lienzo de Tlaxcala y el Códice Florentino -dos fuentes que presentan la visión de la conquista de los tlaxcaltecas y de los mexicas, respectivamente- ofrecen distintas representaciones de los caballos y las actividades que éstos realizaban. Sabemos por estos documentos que los caballos se ahogaron en la llamada Noche Triste; que eran beneficiados con el tributo, al ofrendarles sus alimentos (que consistían en yerba y sal); y que fueron, también, objeto de sacrificio. En el capítulo 35 del Libro XII del Códice Florentino se nos relata cómo los mexicas mataron a 53 españoles, tlaxcaltecas, tezcocanos, chalcas y xochimilcas y con ellos a cuatro caballos cuyas cabezas fueron puestas en el Tzompantli, junto a las de los españoles e indígenas sacrificados.  (Véase imagen del Tzompantli). 

 

Para leer más:

  • Díaz del Castillo, Bernal “Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, (1568). Editado por Carmelo Sáenz de Santa María (México: Patria, 1983).
  • Márquez Ruiz, Miguel Ángel “El caballo en la conquista de México. Antecedentes históricos del caballo. El caballo español. La diáspora del Equus caballus a Las Indias” en “La gesta del caballo en la historia de México. M.A. Márquez Ruiz (coordinador).UNAM, Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia,  pp. 39-54 (2010).
  • Muñoz Camargo, Diego “Descripción de la ciudad y provincia de Tlaxcala” (1585). Editado por René Acuña (México: UNAM- 1981).
  • de Sahagún, fray Bernardino “Códice Florentino” Libro XII. (1589). https://www.wdl.org/es/item/10623/view/1/139/ consultado 7 de mayo de 2019.
Para citar: Margarita Cossich Vielman, Las huellas de la conquista: los primeros caballos y yeguas en la Nueva España, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/875/859. Visto el 28/12/2024